MONS FRAGORUM: EL MONTE DE LOS MADROÑOS
“Pasado el puente se descubre rio abaxo, como á media legua de distancia, el célebre castillo de Monfrague. Está dominando una angostura, ó portilla del mismo nombre, por la qual se emboca el Tajo entre altos peñascos. La vista nos representaba este corte, como de veinte pasos de ancho. Fue Monfrague cabeza de la orden llamada de Truxillo, de la Estrella, ó de la Vanda . Varios autores tratan de ella, y el Señor Campománes la menciona en su historia de los Templarios. Los títulos de esta Iglesia, y el fundamental de la ciudad de Plasencia le nombran Mons fragorum.
No he cotejado el original, donde tal vez dirá Mons fagorum; pues en los privilegios impresos de donación de términos suele haber muchas equivocaciones: acaso habria allí ayas en lo antiguo. Lo que hoy se cria naturalmente, y con mucha abundancia son lentiscos, madroños, cornicabras, encinas, acebuches, robles, y otras plantas”.
Umbría del castillo. Foto: Daniel Fernández
De esta manera el erudito ilustrado Antonio Ponz describía en 1776 su paso a través del río Tajo junto al castillo de Monfragüe. Estas letras de finales del siglo XVIII nos descubren dos cuestiones etimológicas que en la actualidad aún son objeto de debate: el topónimo Salto del Gitano y el significado de Mons fragorum.
En cuanto al topónimo moderno de Salto del Gitano, Ponz nos aclara que en aquella época el lugar se conocía como Portilla de Monfragüe. Muestra dudas, sin embargo, acerca de la denominación Mons fragorum, pues Ponz, sin duda, era buen conocedor del latín y el término fragorum llamó su atención por incorrecto, preguntándose si no podría tratarse de fagorum, derivado a su vez de fagus, término aplicado al haya, árbol caducifolio propio de zonas montañosas septentrionales y ausente en Monfragüe. De este modo Ponz proponía Mons fagorum, es decir, “monte de hayas”.
Cerro Gimio, castillo de Monfragüe y Salto del Gitano. Foto: Daniel Fernández
¿Por qué el término fragorum resulta controvertido?
Referencias históricas, como los fueros de la fundación de Plasencia del siglo XIII, indican que el actual Monfragüe fue conocido como Mons fragorum, expresión latina que tradicionalmente ha sido traducida como “Monte fragoso”. La interpretación de mons como “monte” no alberga duda alguna; sin embargo, la traducción del término fragorum es discutida.
Según la Real Academia de la Lengua Española (RAE) “fragoso” procede del latín fragosus, que a su vez deriva de fragor y éste del verbo frango, frangere: quebrar. Su significado tiene dos acepciones:
1. Estrepitoso.
2. Áspero, intrincado, lleno de malezas y breñas.
Por tanto, atendiendo a las consideraciones de la RAE, el correspondiente latino a “fragoso” no sería fragorum, sino el adjetivo derivado de fragor: fragosus.
Una de las traducciones de la palabra latina fragor es “rotura” o “hendedura” (acepción perdida en el castellano moderno); fragorum es su genitivo plural, interpretándose como “de las fracturas” o “de las roturas”, y el término adjetivado es fragosus, “fracturado”, que en el caso de Monfragüe aludiría a las fracturas que presentan las sierras y que de forma tan determinante caracterizan estos montes, como la Portilla del Tiétar, el Salto del Corzo, la Portilla del Barbaón o el Salto del Gitano.
Sierra de Enmedio. Foto: Daniel Fernández
Si fragor significa en la actualidad “ruido estruendoso” es debido a que refiere al sonido que produciría la fractura de un objeto de tamaño considerable. Otros términos modernos derivados del verbo latino frangere, son “fractura”, “fraga”, “fracción” o “fragmento”, todos compartiendo la misma raíz: “frag”.
Boquerón de Valero. Foto: Daniel Fernández Garganta del Fraile. Foto: Daniel Fernández Salto del Corzo. Foto: Daniel Fernández Salto del Gitano. Foto: Daniel Fernández
De este modo, Mons fragorum se transcribiría literalmente como “monte de quebradas, de fracturas o de roturas”. Esta interpretación conduce a los topónimos medievales conocidos de Al-Mofrag, Almufrag (que algunas hipótesis lo hacen derivar del árabe Almufarrag, “el vacío”), Montfrag, Monsfrag y Monfrag, todos con traducciones que hacen referencia a fracturas del monte al conservar la raíz “frag”.
Carlos Callejo Serrano, investigador histórico, escritor y descubridor de las pinturas de la cueva de Maltravieso, catalán afincado en Cáceres, propone que los términos medievales de influencia árabe (Al-Mofrag y Almufrag) son transcripción del nombre con el que se conocía la zona, “Monsfrag”, precedido del artículo “al”; asimismo indica que el origen del topónimo parece ser medieval y no anterior, aunque procedente del latín. Considera que, en el reino de León, ciertos topónimos medievales se formaron por influencia del área lingüística catalana debido al establecimiento en la corte leonesa del Conde de Urgel, Armengol IV, y un grupo de nobles caballeros compatriotas suyos. Entre 1166 y 1184, Armengol IV ostentó el cargo de Mayordomo Mayor del rey y en 1166 recibió el gobierno de Alcántara tras la primera conquista del sitio, en esta época a la villa de Alcántara se le concedió un término que abarcaba todos los territorios cuyas aguas vierten al Tajo y cuyo límite por el sur era la Sierra de San Pedro. Topónimos como Malgrat y Benavent, en Zamora, o Montroy, Bellvís, Monfrag y Miravet, en Cáceres, podrían deberse a la influencia de estos nobles catalanes afincados en tierras de Castilla y León y Extremadura durante el siglo XII. Argumenta Callejo Serrano, que estos términos muestran una característica común en lengua catalana pero insólita en el castellano, el apócope de la vocal final. Más tarde, con la influencia del castellano estos topónimos evolucionarían adoptando una e paragógica (Benavent-Benavente, Monsfrag-Monsfrage-Monfragüe, Miravet-Miravete) o mediante la elipsis de algunas letras (Bellvis-Belvís, Montroy-Monroy).
Salto del Gitano. Foto: Daniel Fernández
Entre los topónimos propuestos como de influencia catalana por Callejo Serrano, se encuentran cuatro que afectan al área de Monfragüe cuya evolución etimológica sería la siguiente:
Monroy: de influencia levantina-catalana procedente del término montroig, “monte rojo”: Montroig – Montroy – Monroy.
Belvís: también de influencia levantina-catalana procedente del término bellvis, “bella vista”: Bellvis – Belvís.
Miravete: de influencia árabe procedente del término murabit, “morabito” (con el significado de monje guerrero, ermitaño o ermita). Castellanizado como Miravet en época de influencia catalana a través de Armengol IV, Conde de Urgel y gobernante del término de Alcántara: Murabit – Miravet – Miravete.
Monfragüe: de influencia latina procedente del término Mons fragorum, “monte de fracturas”. Castellanizado como Monsfrag en época de influencia catalana a través de Armengol IV, Conde de Urgel y gobernante del término de Alcántara: Mons fragorum – Monsfrag –Monfragüe.
Boquerón de Valero. Foto: Daniel Fernández
Fragorum, fresas y madroños
Sin embargo, en EnClaveNatura queremos aportar una nueva hipótesis alineada con las tesis de Antonio Ponz, en la que Mons fragorum es un topónimo que describe el bosque, aunque sin aludir al haya; inexistente en el territorio.
Existe un fragorum que nada tiene que ver con fracturas, pero que sí podría ser apropiado para definir Monfragüe, asociándolo al que seguramente es una de sus especies florísticas más emblemáticas: el madroño.
Daniel Fernández Daniel Fernández Daniel Fernández Daniel Fernández Daniel Fernández Daniel Fernández
Daniel Fernández
Desde antiguo, fresas y madroños han sido bayas que por su parecido morfológico se han visto relacionadas en el lenguaje. Plinio el Viejo, científico y naturalista romano del siglo I, en su obra enciclopédica Naturalis historia, describe al madroño comparándolo con la fresa, denominando a esta última terrestribus fragis, “fresa del suelo”, a diferencia de su congénere unedoni, “madroño”, que tiene porte de árbol y al que también denomina arbutus. Esta definición de Plinio ha influido en la denominación de la fresa en muchos idiomas, como erdbeere, “baya del suelo” en alemán, y con idéntico significado eertbesien, en belga, jordbeer en danés y aerdbesie en holandés. También la confusión entre fresa y madroño se ha transmitido a otros idiomas como el inglés, que denomina al arbusto como “árbol de las fresas”, strawberry tree, o el alemán, que con el mismo significado denomina al madroño erdbeerbaum.
En la obra Les Noms de plantes dans la Rome Antique, París 1985, el latinista francés Jacques André registra diferentes nombres en latín para el madroño, tales como: arbutus, comaros, unedo y fragum. Este último, fragum (singular), fraga (plural), significa también “fresa” y de él deriva el nombre científico de la planta de la fresa, Fragaria vesca L.
Daniel Fernández Madroñal de umbría. Foto: Daniel Fernández Umbría del Castillo. Ruta Roja. Foto: Daniel Fernández
Tal y como ocurre con la palabra fragor, el genitivo plural de fragum es fragorum, traduciéndose como “de fresas” o “de madroños”. De este modo Mons fragorum podría ser también interpretado como “monte de madroños” indicando la abundancia de este arbusto-arbolillo que caracteriza al bosque de Monfragüe.
Daniel Fernández